Alejandro S. Garrido

Un lugar sin refugio

( A Place With No Shelter ) — 2014 / 16



Installation View, ARCO Madrid, MPA Gallery, 2022



Sinopsis


En Un lugar sin refugio, serie compuesta por cincuenta fotografías tomadas entre 2014 y 16, Alejandro S. Garrido atiende al proceso de regeneración sufrido por el centro de Madrid en la última década. El fotógrafo evalúa las tensiones creadas por el modelo de desarrollo urbano y los límites que este impone a la experiencia cotidiana de la ciudad. Garrido toma la Gran Vía y su área de influencia como marco de acción, para adentrarse en su reactualización como lugar estratégico de inversión. La serie se organiza como un recorrido por los barrios de Chueca, Universidad y Sol, tomando en cuenta problemáticas como la gentrificación, la turistificación, la pérdida patrimonial o la homogeneización social y comercial.

Para el autor, los centros históricos son aquellos lugares en los que se forma la identidad de una ciudad en el imaginario colectivo. En ellos se define el sentido de pertenencia dentro de la comunidad urbana. Sin embargo, arrojados por sus gobernantes a las fauces del mercado inmobiliario y la industria turística, estos son devorados por una dinámica de expulsión en la que su significación se desvanece sin remedio. Sin historia ni vecindad, entregada al consumo desnudo, la ciudad como escenario de la vida queda reducida a mera carcasa.

Abstract


In A Place With No Shelter, a series made up of fifty photographs taken between 2014 and 16, Alejandro S. Garrido looks at the regeneration process that Madrid Downtown has suffered in the last decade. The photographer reviews the tensions created by the urban development model and the limits that it imposes on the daily experience of the city. Garrido takes Gran Vía, one of the largest streets in Madrid, and its area of influence as his framework, to delve into its updating as a strategic investment location. The series is organized as a journey through the neighborhoods of Chueca, Universidad (also known as “Malasaña”) and Sol, taking into account problems such as gentrification, touristification, loss of heritage or social and commercial homogenization.

For the author, historic centers are those places where the identity of a city is formed in the collective imagination. They define the sense of belonging within the urban community. However, thrown by their rulers into the jaws of the real estate market and the tourism industry, they are devoured by a dynamic of expulsion in which their significance irremediably vanishes. Without history or neighbors, given over to naked consumption, the city as the scene of life is reduced to a mere carcass.




Vista trasera de la vertiente sudeste de la Gran Vía desde una azotea en la plaza de Callao.







Panorama de la reapropiación neoliberal en el centro de Madrid



El 1 de enero de 1995, siguiendo la senda liberalizadora emprendida por el “decreto Boyer” de 1984, entró en vigor una nueva Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU). Esta norma abrió la puerta a la extinción de los contratos de renta antigua al reducir notablemente las subrogaciones y establecer un periodo de diez años para su actualización. Hasta entonces, la escasa rentabilidad de la vivienda en alquiler había desincentivado la conservación de los inmuebles situados en el casco histórico de Madrid. La falta continuada de inversión condujo a los barrios más envejecidos a una situación insostenible de degradación social y arquitectónica. La nueva LAU favoreció la revalorización del área, permitiendo a los propietarios que lograban obtener la declaración de ruina, deshacerse de sus inquilinos mientras accedían, en algunos casos, a subvenciones para la rehabilitación de viviendas. Aunque las buenas expectativas de crecimiento lograron atraer la inversión, también crearon un ambiente de fiebre especulativa en el que fueron comunes prácticas como la acaparación de inmuebles en desuso, el deterioro deliberado de edificios, el engaño o el pago de sobornos a inquilinos para que abandonaran sus casas y, en última instancia, el recurso a “asustaviejas” que amenazaban verbal y físicamente a quienes se negaban a rescindir sus contratos. De la noche a la mañana, la mensualidad de locales y viviendas en el centro de Madrid llegó a quintuplicarse, comprometiendo la viabilidad del pequeño y mediano comercio y forzando el progresivo reemplazo demográfico que se consolidaría durante la década siguiente.

Cuando el periodo para la actualización de los contratos de renta antigua previsto por la LAU tocó a su fin en 2004, Ayuntamiento y gobierno regional emprendieron un proceso de regeneración urbana destinado a transformar el centro de Madrid en una “marca” de referencia internacional. Entre 2006 y 2011, las autoridades públicas crearon el marco óptimo para la llegada de las grandes firmas y franquicias, liberalizaron horarios comerciales y períodos de rebajas y peatonalizaron calles y plazas en los ejes principales de Fuencarral-Montera-Arenal o Preciados-Carretas. Siguiendo un modelo de “colaboración público-privada”, la reconversión de los antiguos mercados de abastos en centros gastronómicos fue también central en la nueva planificación urbana. Destinados al visitante esporádico, los mercados perdieron en gran medida su función organizadora del tejido social. Con distintos grados de éxito, San Antón, San Miguel o Barceló fueron claros ejemplos de esta dinámica. Finalmente, con el objetivo de desplazar actividades “indeseables” como la prostitución callejera, el consumo de drogas o el “botellón” en las plazas, las autoridades emprendieron una estrategia de pacificación y limpieza. Para ello combinaron la mediatización sensacionalista de dichas actividades en la televisión autonómica, la instalación de cámaras de vigilancia en la calle y la apertura de dos comisarías de la Policía Municipal en la calle Montera y la plaza de Santa María Soledad Torres Acosta, dos puntos considerados particularmente conflictivos.

En 2007, por orden del Alcalde Ruiz-Gallardón, la policía cortó el acceso a la plaza del Dos de mayo con el objetivo de impedir la celebración de las fiestas populares del barrio de Universidad por cuarto año consecutivo. Desde 2002, la “ley antibotellón” se había aplicado con rigor extremo, creando el clima de creciente tensión en el que aquella noche se desencadenó la revuelta de centenares de jóvenes. La violenta represión policial saldó los disturbios con setenta heridos y veinte detenidos y marcó, tras dos noches de enfrentamientos, el final del “botellón” en Malasaña. Sin embargo, las plazas desalojadas pronto se saturaron con terrazas licenciadas por el Ayuntamiento. Un año después del motín, bajo el lema “Okupación Creativa”, el entramado inmobiliario TriBall (Triángulo Ballesta) puso a disposición de diseñadores de moda y artistas multidisciplinares los cuarenta y cinco locales comerciales que acaparaba. Los proyectos que estos presentaron, afirmó un representante de TriBall, estaban “en sintonía con una filosofía de barrio auténtico y cosmopolita”. La iniciativa, cuyo objetivo declarado era incrementar el valor de la zona, contó con el apoyo abierto e incondicional de las instituciones públicas. La estrategia funcionó y en pocos años el precio del alquiler en Malasaña o Chueca creció una media del 30%. Sin embargo, la pujante clase creativa que se había instalado en el área, vio su futuro en peligro cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria abrió un nuevo espacio de oportunidad para la inversión internacional y la industria turística.

En una situación de crisis profunda en la que se desalojaba diariamente a familias sin alternativa habitacional, el estancamiento de precios y stock situó a la Gran Vía y a su área de influencia en el punto de mira de los grandes inversores. Las operaciones de compra-venta de edificios emblemáticos y grandes paquetes de vivienda se dispararon. El ciclo 
inmobiliario naciente se vio favorecido tanto por la aparición de nuevas vías de inversión como las SOCIMI (Sociedades Cotizadas de Inversión Inmobiliaria), como por la entrada en vigor de la Ley de Fomento del Alquiler de 2013, una modificación de la LAU que profundizó en la flexibilización del mercado del alquiler al desvincular la subida de los precios de la evolución del IPC. La medida permitió que las rentas subieran en el distrito un 15% en cuestión de pocos meses. La consecuencia inmediata fue la expulsión de inquilinos y el aumento descontrolado del número de viviendas dedicadas al alquiler turístico. Los fenómenos de turistificación y gentrificación del casco histórico se vieron también agravados por la reconversión sistemática de edificios en flagships de las grandes compañías de retail, oficinas prime, hoteles o apartamentos de lujo.

En 2014, atendiendo a este contexto y tomando la Gran Vía como eje articulador, quise fotografiar la situación del centro de Madrid por dos motivos. El primero era mi implicación biográfica y emocional con el tema y el lugar. Había sido testigo durante años de los cambios sucedidos en un área que frecuentaba casi diariamente y a la que me sentía profundamente vinculado. La segunda razón era la proximidad, una mera condición de posibilidad ya que, en aquel momento, trabajaba en una taberna cercana y solo disponía de un par de horas diarias, las que separaban el cierre del turno de comidas y la apertura del de cenas, para tomar las fotografías. La premisa del proyecto era atender a la reactualización de la Gran Vía como eje estratégico de inversión, tratando de evaluar las tensiones creadas por el modelo de producción espacial vigente y los límites que este impone a la experiencia urbana. Quise trabajar, además, con la limitación de evitar mostrar la avenida en sí. Prefería concentrarme en sus vertientes traseras y barrios aledaños, aquellos lugares que aunque escapaban a su monumentalidad, se veían irremediablemente condicionados por su presencia e influencia.

La Gran Vía fue construida a partir de 1910 como lugar de prestigio en el marco de una ciudad espacial y socialmente dualizada. En gran medida fue el resultado del ciclo de acumulación especulativa inaugurado por la Ley de Inquilinato de 1842. El excedente de esta acumulación posibilitó el posterior desarrollo de los ensanches burgueses entre 1860 y 1930. Esta ley liberalizó el precio de las rentas urbanas en un período de aumento de la demanda provocado por una notable afluencia migratoria. Contando la ciudad con un parque de vivienda insuficiente e insalubre, la burguesía rentista madrileña, displicente ante el emprendimiento industrial, se valió de esta ley para rentabilizar sus activos. Como dispositivo urbano, la Gran Vía cumplió una función de homologación con el régimen de desarrollo capitalista en el marco internacional de la II Revolución Industrial. En un escenario de dependencia de capitales y tecnologías extranjeras, un escaparate competitivo resultaba crucial para la atracción de inversores en busca de oportunidades de expansión. Tanto es así que su último tramo, cuya construcción se retomó en los últimos años de la autarquía, contó con los rascacielos más altos de Europa. En una situación de aislamiento político y bancarrota del país, estos fueron la expresión de una prosperidad anhelada por un Madrid miserable, más un espejismo de modernidad que el resultado de un auténtico desarrollo nacional.

La puesta en valor de los centros históricos en detrimento de ciertos sectores periféricos ha respondido, en el caso de múltiples capitales occidentales, a una narrativa que caracteriza los espacios como exitosos o fracasados en términos puramente empresariales. Aunque este proceso ha impulsado la renovación de importantes segmentos urbanos, la nueva configuración homogénea de los centros como escaparates turísticos conlleva significativas pérdidas de tejido social, comercial y patrimonial. Los centros históricos son aquellos lugares en los que se forma la identidad de una ciudad en el imaginario popular, en ellos se define el sentido de pertenencia dentro de la comunidad urbana. Por eso, un centro inclusivo puede representar un papel determinante a la hora de promover la cohesión social y una saludable esfera pública. Frente a la periferia como lugar difuminado en el que se descompone lo habitable, un centro accesible puede contribuir a consolidar un sentimiento de comunidad integrada. Un centro excluyente y privilegiado, por contra, promueve una sensación opuesta de desarraigo e inferioridad en aquellos que quedan al margen. Ante la dispersión de la periferia, la pérdida de significación del centro y la creciente dualización urbana, resulta necesario construir un nuevo imaginario que logre ordenar este paisaje fragmentado y explicar la ciudad como el conjunto de espacios híbridos e interdependientes que es en realidad.



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El Edificio España visto desde la plaza de los Mostenses. 


Edificio España (arqs. Julián y Joaquín Otamendi, 1953) visto desde la calle de los Reyes. Icono del triunfalismo franquista de postguerra e importante centro de negocios hasta la década de 1990. En 2005, Santander Real Estate compró el edificio a Metrovacesa con el objetivo de rehabilitarlo. Una década después, sin haber avanzado en el proyecto, lo vendió a Wanda Group. La conservación de la fachada fue objeto de confrontación entre el Ayuntamiento de Manuela Carmena y la compañía china, por lo que esta se deshizo del activo. Baraka Investment Group lo adquirió en 2016 y, finalmente, Corpfin Capital Real Estate y la cadena Riu Hotels & Resorts se hicieron cargo de su remodelación. Actualmente acoge al Hotel Riu Plaza y una galería comercial en su planta baja.



Cruce de la calle del Maestro Guerrero con San Leonardo. A la sombra del Edificio España, en sus callejuelas traseras, se aprecia aún la parcelación mal resuelta dejada por el derribo de varias manzanas en la época de su construcción. En la imagen aparece la Iglesia de San Marcos (arq. Ventura Rodríguez, 1753).



Mercado de los Mostenses (Reconstrucción de 1946). En proceso de rehabilitación.



La Torre de Madrid (arqs. Julián y Joaquín Otamendi, 1960) vista desde la calle de Fomento. Símbolo de un naciente desarrollismo, la torre fue inaugurada un año después de la firma del Plan Nacional de Estabilización Económica de 1959, que liberalizó el mercado español poniendo fin a la autarquía. Propiedad de Metrovacesa / Merlín Properties SOCIMI S.A., fue rehabilitado en 2012 y en la actualidad es un edificio de uso mixto, hotelero y residencial de lujo.



Centro Comercial Plaza de los Cubos en la calle de la Princesa. El conjunto, formado por la Torre de Madrid, tres edificios de oficinas y veintiún locales comerciales, es propiedad de la Merlin Properties S.A. que, tras adquirir Testa (inmobiliaria de Sacyr) en 2015, fue la primera SOCIMI integrada en el IBEX-35. El mismo año, el volumen de inversión inmobiliaria superó los números de 2007, alcanzando los 13.000 millones de euros. Estas sociedades representaron entonces el 45% de la actividad del sector. El 70% del capital provino de fondos de inversión localizados en Canadá, Reino Unido y Francia. En 2020, la capitalización de estas sociedades alcanzó los 27.000 millones (2% del PIB). Aunque España es el país europeo con más sociedades de este tipo (90), el 64% de la capitalización y un porcentaje similar de los activos, están en manos de las cinco sociedades más grandes.



Pasaje en la plaza de los Cubos, en la calle de la Princesa.


Frontón Central, Gran Kurssal, Teatro y Cine Madrid en la plaza del Carmen (arqs. Daniel Zavala y Luis Esteve, 1898). La promotora destruyó la nave central y la estructura metálica del edificio sin contar con la licencia de obra y estando el proyecto aún en periodo de información pública. Aunque dichos elementos no estaban protegidos, la Plataforma Madrid Ciudadanía y Patrimonio había reclamado su conservación cuando fueron demolidos. Propiedad del Grupo SADE. Actual Media Markt.


Muro de la Paz en la plaza del Carmen. El mural fue pintado en 1982 con motivo de la semana del desarme promovida por la ONU. En él aparece la leyenda firmada por el Alcalde Enrique Tierno Galván: “La paz no se consigue sin esfuerzo. Si quieres la paz, trabaja por la paz”.



Zona de Gran Afluencia Turística. Calle de Preciados con Maestro Victoria.


Plaza de Callao. Peatonalizada en 2010, la plaza es frecuentemente destinada a la construcción de instalaciones comerciales efímeras. El tránsito o el consumo son los únicos usos previstos por su diseño carente de mobiliario o zonas ajardinadas. En la imagen aparece el edificio de Galerías Preciados (arq. Luis Gutierrez Soto, 1943), sede de Fnac desde 1993 y primeros grandes almacenes de España. En la actualidad es propiedad de Metrovacesa / Merlín Properties SOCIMI S.A.


Detalle de la fachada del Edificio Capital Gran Vía 48 en la calle de Tudescos (arq. Rafael de La-Hoz Castanys, 2013). Propiedad de Valmarcasa S.L. y GLL Real Estate Partners GmbH.


Local abandonado en la calle de Carretas.

Antiguas tiendas de ropa en la calle de Carretas.


Detalle de la fachada del Palacio de la Música en la calle de la Abada (arq. Secundino Sauzo, 1926). Propiedad de la Fundación Montemadrid. Pendiente de rehabilitación tras catorce años en desuso.


Antigua sede de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad (Caja Madrid, Bankia, Fundación Montemadrid), en la calle de San Martín con Beneficencia. En la actualidad, el edificio está siendo reconvertivo en un hotel de lujo por KKH Property Investors y Perella Weinberg Partners, nuevos propietarios del edificio.


Pubs, pensiones y una joyería en la calle de Espoz y Mina.


Hotel Madrid en la calle de Carretas. Tras veinte años de abandono, el hotel fue okupado por activistas durante las jornadas posteriores al 15 de mayo de 2011 y puesto a disposición de familias desahuciadas por ejecución hipotecaria. Fue desalojado en diciembre del mismo año tras la denuncia del grupo Monteverde, entonces propietario del inmueble. El edificio ha sido rehabilitado como hotel de lujo y sala de fiestas junto al antiguo Teatro Albéniz (cerrado en 2008). El activo es propiedad de Silicius, SOCIMI del grupo financiero Mazabi, y permanece a la espera de un nuevo operador tras la reciente renuncia de la cadena hotelera Iberostar a causa de la pandemia.

 
Vista de la plaza Mayor. Cartel de promoción inmobiliaria colocado en un local comercial disponible en la calle del Dr. Cortezo.


Obras de reconversión del Palacio de la Equitativa en la calle de Alcalá. El nuevo Centro Canalejas, formado por un conjunto de siete edificios adquiridos por OHL en 2014, cuenta en sus instalaciones con un hotel de lujo gestionado por Four Seasons, veintidós apartamentos en el rango de precios más alto de la ciudad y una galería comercial de 16.000 m2. Juan Miguel Villar-Mir, presidente de la constructora, declaró querer “situar a Madrid entre las más prestigiosas y exclusivas capitales del mundo” al levantar “el mejor hotel de Europa y el centro comercial de más alto nivel”.


Plaza y mercado de San Miguel. Tras su declaración como BIC en 2000 y contando con la ayuda de una subvención pública, el grupo de inversores El Gastrónomo de San Miguel S.L. adquirió el antiguo mercado con el objetivo de transformarlo en un “centro de cultura gastronómica”. Tras la rehabilitación del mercado, tan solo dos de los treinta y tres puestos siguieron ofreciendo producto fresco de primera necesidad. Ambos estaban en manos de los únicos comerciantes que se negaron a rescindir su contrato de alquiler indefinido.


El Palacio de la prensa (Pedro Muguruza, 1924) visto desde la calle de Tudescos hacia la Gran Vía. En la actualidad está prevista su rehabilitación.



Calle de Miguel Moya con Tudescos. Inmediaciones de la plaza de Santa María Soledad Torres Acosta.




Burdel en la calle de Silva. Las prostitutas que trabajan en la calle suelen ser el blanco del hostigamiento policial y el sensacionalismo mediático. Sin embargo, los propietarios de burdeles se enriquecen con impunidad al enmascarar su actividad como servicio hotelero. Las mujeres que trabajan en estos burdeles deben pagar hasta cien euros diarios por la habitación y cumplir con estrictos horarios laborales impuestos por el dueño.



Plaza de Santa Mª Soledad Torres Acosta. Considerada un lugar conflictivo, la plaza fue diafanada en 2007 por iniciativa municipal. En ella se abrió una comisaría y se instalaron cámaras de vigilancia. La plaza delimita el área de actuación originaria del entramado inmobiliario Triball.  



Vista de la calle del Pez.



Terrazas junto a la Santa, Pontificia y Real Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid en el cruce de las calles de la Ballesta y Corredera Baja de San Pablo. El comedor social más antiguo de Madrid, fundado en 1615, se sitúa en uno de los vértices del área de actuación originaria del entramado inmobiliario Triball (Triángulo Ballesta), agente determinante en el proceso de regeneración del barrio de Universidad.


Mercado de Fuencarral en la calle homónima con Augusto Figueroa. Abierto en 1998, este lugar llegó a convertirse en insignia del ambiente moderno de Malasaña durante sus diez y siete años de actividad. En 2014 fue adquirido por el fondo alemán Activum por veintidós millones de euros. Esta venta supuso el cierre de los sesenta comercios que aglutinaba. Dos años después, el fondo francés City Retail Fund, filial de AEW Europe, lo compró duplicando el precio. En la actualidad alberga la tienda de ropa deportiva Decathlon.


Tienda de ultramarinos Europa en la calle de la Palma.






Cruce de las calles de Hortaleza y Augusto Figueroa.


Cruce de las calles de la Madera y del Espíritu Santo. En 2017, en pleno “boom” de los pisos turísticos, la oferta superó las tres mil viviendas disponibles en el centro de Madrid. Se estimaba que tan solo el 10% de los apartamentos en el mercado cumplían la normativa vigente. Las personas que ofrecían una habitación en su residencia habitual tenían una presencia marginal en plataformas como Airbnb, siendo la excepción en un mercado dominado por grandes tenedores y agencias que llegaban a manejar carteras de más de un centenar de viviendas completas.




Un mercadillo de artesanía instalado en la plaza del Dos de mayo.


Centro Social Okupado y Autogestionado Patio Maravillas en el 21 de la calle del Pez. La segunda sede del colectivo, activo opositor de las políticas municipales de gentrificación y regeneración urbana, fue desalojada en junio de 2015. Aunque Nivel 29, la propietaria del edificio, anunció sus planes de transformarlo en un albergue para turistas, este permanece tapiado desde entonces.


El nuevo Centro Municipal Polivalente Barceló, formado por el Mercado de Barceló y la Biblioteca Municipal Mario Vargas Llosa (arqs. Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano), se inauguró en 2013 con dos años de retraso y un sobrecosto del 50%. El coste final del proyecto, emprendido por el Ayuntamiento de Alberto Ruiz Gallardón, ascendió a 64 millones de euros. Además, debido al deficiente acondicionamiento de las nuevas instalaciones, los comerciantes tuvieron que hacer frente a gastos no previstos. Este fue el único mercado del distrito rehabilitado exclusivamente con financiación pública. Los recursos empleados en esta obra hubieran alcanzado para rehabilitar varios mercados en el área sin necesidad de intervención privada.



Escuelas Pías de San Antón, actual sede del COAM, en la calle de Hortaleza.



Hotel Óscar en la plaza de Pedro Zerolo. La cadena hotelera Room Mate, propiedad del popular empresario Enrique Sarasola, fue la primera en integrar la vivienda turística dentro de la oferta hotelera. Firmando acuerdos de gestión con los propietarios de viviendas, la cadena comenzó derivando a sus clientes a estas en periodos de elevada demanda. Actualmente gestiona cuatro bloques completos de pisos turísticos en el área. No es la única cadena en adoptar este modelo de crecimiento. Sidorme, por ejemplo, adquirió cuarenta apartamentos en las calles de Fuencarral y Montera en 2016. En la actualidad, se estima que existen alrededor de catorce mil pisos turísticos en el centro de Madrid.


Vista de la plaza de Chueca. Durante las décadas de 1980 y 90, el mal estado del caserío y la alta conflictividad en el barrio hicieron caer los alquileres, favoreciendo la apertura de los primeros locales del underground LGTBIQ+. La zona había sido un lugar de encuentro clandestino para el colectivo durante la dictadura, por lo que la renovación de Chueca comenzó de manera relativamente natural. Sin embargo, ya en los primeros años del s. XXI el marketing urbano y la industria turística hicieron presa de este, promoviendo su revalorización especulativa y utilizando su carácter queer como reclamo comercial.



Vista de la calle de las Infantas.



Bar de copas Medaigual en la calle de San Bartolomé.




Palacio de las Cortes en la calle Zorrilla con la Carrera de San Jerónimo.



Real academia de Jurisprudencia y Legislación en la calle del Marqués de Cubas. Días después de la manifestación contra la “Ley Mordaza” (Ley de Seguridad Ciudadana) del 24 de enero de 2015, aún se aprecia una pintada parcialmente borrada bajo la alegoría de la Justicia: “Dictadura de los mercados”.